Internet con fines económicos, un fenómeno de la segunda mitad de los años 90, fue el impulsor eficaz de una nueva visión de la economía y de la sociedad: la basada en la información y/o el conocimiento, idea que venía desarrollándose desde inicios de la década. En ese periodo se consolidó la tentación de volver a mirar las segmentaciones o exclusiones sociales en términos novedosos: la conexión o no a Internet. Obviamente, bajo la premisa de que la mayor cantidad de personas conectadas era un sinónimo de un mayor grado de desarrollo. Internet pasó de ser una innovación tecnológica a una innovación social y la masa de información e interpretación sobre el vínculo Internet -sociedad ha sido desde entonces creciente. Internet, máquina de comunicación, ha hablado de sí misma y ha creado un mito, que como tal tiene verdad y fantasía. Un vehículo de este mito ha sido la metáfora de la brecha digital: el acceso a la información definirá a ganadores y perdedores.
Una de las metáforas más afortunadas en la era de la información (otra metáfora) es la de “brecha digital”, idea nutrida por cualquier cantidad de datos que nos remiten al número de personas conectadas a la red por país, región, ciudad; a la cantidad de computadoras y teléfonos por persona; a la cantidad de tiempo de conexión y un largo etcétera. Desde luego, dato inamovible de esta metáfora es la velocidad de crecimiento de Internet frente a los otros medios de telecomunicación que le antecedieron (telégrafo, teléfono, televisión).
La brecha digital es empleada sin cuestionamiento alguno para explicar que en la era de la información, quedarse atrás como país, o como comunidad, es mantener bajos índices de conectividad con las redes de telecomunicaciones. Sin duda, Internet es la más poderosa maquinaria de comunicación que inventó el ser humano después de la escritura –sociedad agraria- y la imprenta – sociedad moderna- . Internet, una máquina de hipertextualidad que tiene una arquitectura reticular y que ha convertido a la información en un bien abundante, es un salto tecnológico.
Por supuesto existe la brecha digital y que es una metáfora afortunada para explicar que no hay un solo mundo, sino varios. ¿Eso es un peligro para sociedades y grupos determinados? ¿Se quedarán al margen de la información? ¿Hay que “conectarse a la corriente de conectividad” y consumo de Internet para saldar el espacio de esta brecha? Creo que ya podemos cuestionar tan avasallador discurso. Lo que importa es el uso de Internet, y este uso no descansa en el acortamiento de la brecha, es a la inversa: Internet se utiliza en la medida en que la información forma parte del dinamismo social , cuyo núcleo es el trabajo, y lo que debe cuestionarse es el discurso que pone a la información por delante del trabajo, al menos por una razón sencilla: si las tecnologías de información son tan importantes para el desarrollo de las sociedades del siglo XXI, éstas deben entender cuáles son los factores que conducen a un uso productivo de dicha tecnología.
La necesidad de incorporar las tecnologías de información a las estructuras económicas deriva de una interpretación crecientemente aceptada: estamos en presencia de una revolución industrial basada en la información y la comunicación.
Sabemos que las revoluciones industriales han transformado formas de producir, técnica y socialmente, han generado mercados nuevos, abierto el campo a nuevos actores sociales, políticos, institucionales. Las otras revoluciones estuvieron basadas en una nueva forma de generar y aprovechar la energía: del vapor a la maquinaria mecánica, de la maquinaria a la manufactura, juntando mecánica con energía. Más tarde, la energía eléctrica dio paso a nuevas maneras de mecanización y la manufactura creció en velocidad. Consumo de masas, equilibrios (inestables) entre Estado y mercado, trabajo asalariado, internacionalización de empresas y capitales, son los resultados que le dan identidad al capitalismo que ha crecido con las revoluciones industriales (que han sido también institucionales). ¿Cómo incluimos entonces la información en esta visión de revolución industrial? ¿ en dónde están los mercados nuevos, la nueva manera de producir, las nuevas instituciones del capitalismo?
El trabajo con Internet es el núcleo de la sociedad de información. El comercio electrónico, el gobierno electrónico, el diseño Web, el ocio digital, etcétera, son sólo expresiones de una capacidad de trabajo en Internet, así que lo importante es la forma como las sociedades crean este trabajo. ¿ De dónde surge? ¿quién lo emplea? ¿quién lo genera? Si frente a esas preguntas no tenemos respuestas – o no nos las hemos planteado siquiera-, la brecha digital es mayor aún que lo que las estadísticas digan.
Sigue siendo verdad que el trabajo es la riqueza de las naciones, el trabajo crea la información, no es a la inversa, por tanto, para escapar del mito implícito en la brecha digital, pugnemos por “nutrir” de trabajo a la máquina social, que con él, ésta aprenderá a escribir, leer, comunicar, con las máquinas de la tecnología.
Luis Entisne Iglesias
Aula Educación Adultos de Riolobos
Una de las metáforas más afortunadas en la era de la información (otra metáfora) es la de “brecha digital”, idea nutrida por cualquier cantidad de datos que nos remiten al número de personas conectadas a la red por país, región, ciudad; a la cantidad de computadoras y teléfonos por persona; a la cantidad de tiempo de conexión y un largo etcétera. Desde luego, dato inamovible de esta metáfora es la velocidad de crecimiento de Internet frente a los otros medios de telecomunicación que le antecedieron (telégrafo, teléfono, televisión).
La brecha digital es empleada sin cuestionamiento alguno para explicar que en la era de la información, quedarse atrás como país, o como comunidad, es mantener bajos índices de conectividad con las redes de telecomunicaciones. Sin duda, Internet es la más poderosa maquinaria de comunicación que inventó el ser humano después de la escritura –sociedad agraria- y la imprenta – sociedad moderna- . Internet, una máquina de hipertextualidad que tiene una arquitectura reticular y que ha convertido a la información en un bien abundante, es un salto tecnológico.
Por supuesto existe la brecha digital y que es una metáfora afortunada para explicar que no hay un solo mundo, sino varios. ¿Eso es un peligro para sociedades y grupos determinados? ¿Se quedarán al margen de la información? ¿Hay que “conectarse a la corriente de conectividad” y consumo de Internet para saldar el espacio de esta brecha? Creo que ya podemos cuestionar tan avasallador discurso. Lo que importa es el uso de Internet, y este uso no descansa en el acortamiento de la brecha, es a la inversa: Internet se utiliza en la medida en que la información forma parte del dinamismo social , cuyo núcleo es el trabajo, y lo que debe cuestionarse es el discurso que pone a la información por delante del trabajo, al menos por una razón sencilla: si las tecnologías de información son tan importantes para el desarrollo de las sociedades del siglo XXI, éstas deben entender cuáles son los factores que conducen a un uso productivo de dicha tecnología.
La necesidad de incorporar las tecnologías de información a las estructuras económicas deriva de una interpretación crecientemente aceptada: estamos en presencia de una revolución industrial basada en la información y la comunicación.
Sabemos que las revoluciones industriales han transformado formas de producir, técnica y socialmente, han generado mercados nuevos, abierto el campo a nuevos actores sociales, políticos, institucionales. Las otras revoluciones estuvieron basadas en una nueva forma de generar y aprovechar la energía: del vapor a la maquinaria mecánica, de la maquinaria a la manufactura, juntando mecánica con energía. Más tarde, la energía eléctrica dio paso a nuevas maneras de mecanización y la manufactura creció en velocidad. Consumo de masas, equilibrios (inestables) entre Estado y mercado, trabajo asalariado, internacionalización de empresas y capitales, son los resultados que le dan identidad al capitalismo que ha crecido con las revoluciones industriales (que han sido también institucionales). ¿Cómo incluimos entonces la información en esta visión de revolución industrial? ¿ en dónde están los mercados nuevos, la nueva manera de producir, las nuevas instituciones del capitalismo?
El trabajo con Internet es el núcleo de la sociedad de información. El comercio electrónico, el gobierno electrónico, el diseño Web, el ocio digital, etcétera, son sólo expresiones de una capacidad de trabajo en Internet, así que lo importante es la forma como las sociedades crean este trabajo. ¿ De dónde surge? ¿quién lo emplea? ¿quién lo genera? Si frente a esas preguntas no tenemos respuestas – o no nos las hemos planteado siquiera-, la brecha digital es mayor aún que lo que las estadísticas digan.
Sigue siendo verdad que el trabajo es la riqueza de las naciones, el trabajo crea la información, no es a la inversa, por tanto, para escapar del mito implícito en la brecha digital, pugnemos por “nutrir” de trabajo a la máquina social, que con él, ésta aprenderá a escribir, leer, comunicar, con las máquinas de la tecnología.
Luis Entisne Iglesias
Aula Educación Adultos de Riolobos